El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, ha dictaminado, con fecha 9 de junio, que el matrimonio homosexual no es un derecho. El acuerdo fue adoptado por unanimidad de los jueces de su sección quinta.
Este resultado judicial (nº 40183/07) tiene su origen en el litigio presentado por los señores Chapin y Charpentier contra Francia. Ambos contrajeron matrimonio civil en el ayuntamiento Bègles el 2004, que fue impugnado por la procuraduría de la República y fallado a favor de su anulación por las distintas instancias judiciales francesas, hasta que, después de todas estas derrotas jurídicas, fue llevado por los interesados al Tribunal de Estrasburgo, que ahora también ha resuelto en el mismo sentido: el matrimonio entre personas del mismo sexo no es un derecho y, por consiguiente, la negativa a su existencia por parte de un estado no significa ninguna violación. Unos datos esenciales deben ser subrayados:
La sentencia desfavorable para el matrimonio homosexual se produce cuando en Francia ya ha sido legalizado, pero ello no ha sido óbice para fallar en contra, por la razón esencial de que al no ser un derecho no puede verse reconocido por una jurisprudencia que tendría validez europea. Puede ser una regulación francesa, española, por razones de partido ideológico como tantas otras hay, pero no puede exigirse como un cumplimiento general en razón de constituir un derecho, y su negativa, una discriminación. En las distintas sentencias adversas que se han ido reiterando, se encuentra la doctrina común de que el matrimonio es la institución de los emparejamientos potencialmente fecundos, y que son estos posibles hijos comunes los que le otorgan su especificad, y también que existen otras formulaciones, como la legislación de parejas de hecho -y el pacto civil de solidaridad, en el caso de Francia- que posibilitan diversas formas de vida en común.
Esta sentencia reitera (porque no es la primera) la razón de quienes sostenemos que el matrimonio homosexual no es un derecho, sino una opción ideológica, política, que uno puede compartir o rechazar. No digo nada nuevo, Lionel Jospin el líder de la izquierda francesa y ex primer ministro ya lo adujo hace algunos años.
Y una última reflexión: intente recordar si ha leído, escuchado o visto en los medios de comunicación alguna información sobre este veredicto que liquida un gran tópico argumental. Y después de constatar el silencio y la oscuridad de muchos de ellos, pregúntese de cuantas más cuestiones recibe una información dirigida que no tiene otro propósito que el de condicionar su mente.
El Plátano y la Papaya
El Gran Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo ha reiterado en una nueva sentencia de 9 de junio que el matrimonio homosexual no es un derecho, y que en todo caso es una cuestión que queda a la decisión política, ideológica de cada gobierno, y tanto si se legisla como sí o como no a su favor, no se comete ninguna vulneración de derechos.
¿Cómo que no es un derecho, acaso no es lo mismo que el emparejamiento entre un hombre y una mujer? ¿Es que acaso dos hombres o dos mujeres que se amen no son iguales que una mujer y un hombre?
La respuesta está ya contenida en la pregunta, es obvia. Un conjunto de dos iguales es diferente a otro formado por elementos distintos. ¿Quién puede cuestionar esta evidencia lógica?
Tenemos dos bolsas en una hay un plátano y una papaya, en la otra hay dos plátanos. ¿Diremos que ambas bolsas contienen lo mismo?
Si, si nos referimos a que ambas son frutas, es decir, al genérico que incluye todo producto vegetal que forma parte del aparato reproductor que generalmente se utiliza como inicio o final de comida y concentra una mayor proporción de sacarosa que el resto de la planta.
La respuesta es negativa si nos referimos a especies específicas, poco tiene que ver la naturaleza del plátano y la de la papaya. Nadie las confundirá ni por la forma, el color y el sabor. Ni siquiera por el olor. Son distintas. Eso es una evidencia y resultaría extraña, muy anómala, la confusión.
Pues lo mismo sucede con hombres y mujeres. Compartimos idéntica condición de seres humanos y en este sentido somos iguales. Pero esta igualdad no excluye que a la vez seamos distintos, en tamaño, funciones biológicas clave, formas de procesar la información, capacidades físicas. Somos distintos, y como especie relacional, complementarios. La unión de ambos es la base de nuestra continuidad como especie. En otros términos, el matrimonio entre distintos da lugar a una realidad nueva. Una realidad radicalmente distinta a la unión de dos iguales.
No hay nada más arbitrario y, por tanto, injusto que tratar igual a lo que es diferente, hacer pasar por igual lo que es distinto. Reconocer la especificidad de lo humano significa reconocer la naturaleza del hombre y de la mujer, que no obedece a una construcción intelectual sino a una evidencia material, física, biológica; a una lógica evolutiva.