Vicariato Apostólico de Requena, en la Amazonía peruana
En el pueblo de Genaro Herrera, en pleno pulmón del Amazonas peruano, un comedor escolar se convierte en una red de vida para los más pequeños alimentando no solo su estómago sino también su fe.
En el corazón de la Amazonía peruana emerge del pueblo de Genaro Herrera, uno de los puntos de misión del Vicariato de Requena, a los que la Archidiócesis de Valencia presta ayuda. Allí, la parroquia de San José Obrero se ha convertido en una red de vida para los más pequeños gracias a su comedor infantil y a su “escoleta”.
A fuego de leña, se cocinan los 4.800 menús anuales, aproximadamente, que alimentan a los niños de la comunidad. Varias madres voluntarias de Genaro preparan, cinco veces por semana, cerca de 200 menús mensuales completos —con primer plato, segundo y una pequeña golosina— para niños que comen con entusiasmo y sin desperdiciar nada. No hay dietas especiales, intolerancias ni caprichos: todos comen juntos, rápido y bien, conscientes del valor de cada plato.
El número de niños atendidos oscila entre 150 y 250, según las crecidas del río. Durante los meses de inundación, el agua puede cubrir hasta el 80 % del territorio y muchas familias se trasladan al pueblo. Es entonces cuando los niños acuden al comedor, a la escuela y a misa. El resto del año, viven dispersos en caseríos dedicados a la agricultura, cultivando las tierras que el río fertiliza al retirarse.
En este rincón del Amazonas no hay empresas logísticas, ni mensajeros, ni dinero digital. Todo se negocia en efectivo, día a día, desde los productos básicos hasta el transporte en barco o motocarro. Aunque la mayoría de los productos son locales, muchos deben llegar desde Iquitos, tras 36 horas de viaje en barcaza, que solo opera una vez por semana.
Junto al comedor, la parroquia cuenta con una “escoleta”, un espacio de refuerzo escolar para más de 200 niños y adolescentes. Aunque no es una escuela oficial, ofrece un lugar donde estudiar, aprender y recibir acompañamiento educativo, especialmente en una zona donde no hay energía eléctrica ni conexión a Internet, lo que impide acceder a la enseñanza virtual promovida por el Estado.
Los primeros en beneficiarse de este servicio son los niños del comedor, aunque también acuden otros que, pese a no necesitar el almuerzo, buscan un entorno seguro y educativo donde pasar el día. “Vemos a muchos de ellos en la calle casi todo el día, sin hacer nada, porque no van al colegio”, explican desde la parroquia. La escuelita les brinda, así, una rutina, una motivación y una oportunidad para soñar con un futuro mejor.
Desde Cáritas Requena, Merita Flores Púa hace constar lo necesario que es la ayuda exterior a través de las aportaciones solidarias. “En Requena no existen otras organizaciones ni ONG que trabajen en temas sociales. Por eso, la misión de Cáritas dentro del vicariato es vita. Tenemos que llegar donde el gobierno no alcanza”. Su labor se centra en acompañar a las comunidades, escuchar sus necesidades y coordinar proyectos que transformen su realidad.
Como explica la coordinadora de proyectos del vicariato, su tarea consiste en detectar las necesidades específicas de cada punto de misión, informar al obispo del vicariato de Requena, monseñor Alejandro Adolfo Wiesse León, y elaborar junto con los equipos locales los proyectos que se requieran. Esta red de comunicación constante permite mantener una visión global de la situación y actuar de forma eficaz, aunque no deja de ser una tarea ardua que requiere compromiso, organización y una gran vocación de servicio.
Una de las metas más ambiciosas del vicariato, iniciada hace dos años, es que cada punto de misión cuente con su propia Cáritas parroquial. Este proceso, presentado en la asamblea vicarial por Mons. Wiesse, avanza paso a paso con el acompañamiento de religiosos, laicos y voluntarios.
Merita destaca que su labor implica también buscar apoyo para cubrir los gastos básicos, entre ellos la gasolina, un recurso indispensable y costoso. El combustible es esencial para poder desplazarse por las comunidades, ya que el transporte fluvial es el único medio de conexión existente. Canoas, botes o lanchas rápidas son los vehículos que permiten llegar a pueblos que, de otro modo, quedarían completamente aislados. “Una lancha rápida puede acortar un trayecto de cuatro o cinco días a solo doce horas”, explica. Sin embargo, este avance tiene un precio elevado, y por eso los recursos deben administrarse con sumo cuidado y transparencia.
El vicariato de Requena tiene bajo su cuidado alrededor de 400 pueblos distribuidos en toda la región amazónica. Su propósito es que cada uno de ellos cuente con un responsable de misión, una sede y un plan pastoral y social que responda a sus propias necesidades. La realidad de estos lugares es muy similar a la de la sede central: comunidades con grandes carencias, pero también con una profunda fe y esperanza. De ahí que el trabajo coordinado entre religiosos, laicos y voluntarios sea clave para mantener viva la misión.
Cada aportación transforma vidas
El Vicariato de Requena recibe apoyo constante de la Fundación Ad Gentes. Desde Requena, Merita envía un mensaje de gratitud y aliento a los hermanos españoles que colaboran con la misión. “Con cada aportación ayudan a muchísima gente: a los beneficiarios directos —ancianos y niños—, a los beneficiarios indirectos —las familias, los agricultores que venden sus productos, y las madres que cocinan en los comedores—. Su ayuda llega directamente a quienes más lo necesitan.”
De igual manera, quiere incidir en el hecho de que los fondos donados se destinan íntegramente a los beneficiarios. “Cada euro contribuye a sostener proyectos sociales, educativos y de alimentación en zonas donde el Estado aún no logra llegar”.