En la tarde de ayer día 6 de Mayo celebramos en nuestra parroquia «la Misa exequial para pedirle al Señor por el papa Francisco, , para que pueda participar ya plenamente de la felicidad definitiva, para que viva en plenitud el encuentro con Aquel en quien ha creído, ha servido fielmente, y ha sido su Vicario en la tierra.  Y también para dar gracias a Dios por el pontificado del Papa Francisco.  Dios no abandona nunca a su Iglesia, y la guía y la cuida a través de personas concretas. »  dijo en su homilía nuestro párroco D. Joaquín.

En la Eucaristía presidida por D. Joaquín y concelebrada con D. Salvador, asistidos por el Diácono D. Ramón y los acólitos, nuestro párroco nos hizo una pequeña glosa del lo que ha sido el papado de  Francisco que «ha puesto en primer plano una serie de elementos clave del Evangelio, que serían los que la Iglesia necesitaba en el momento actual.  El Papa Francisco ha sido un auténtico regalo de Dios para nuestra Iglesia, y también para nuestra sociedad, a la que le faltan tantos referentes proféticos con entidad y peso moral. El papa Francisco nos ha ayudado a ir al centro, al núcleo de la experiencia cristiana, “al corazón del evangelio” que no es otro sino el encuentro con la misericordia del Padre. «

Quiso además recoger en su homilía algunas de sus enseñanzas más significativa.

«Es el Papa de la alegría. Una alegría que ha anunciado con su magisterio desde el primer momento.  La alegría del Evangelio, que fue el título de su primera Exhortación Apostólica Evangelii gaudium. Una alegría que llena de confianza y esperanza el corazón de cuantos ponen su confianza en Dios. El hilo conductor de su misión ha sido también la convicción de que la Iglesia es un hogar para todos; un hogar con las puertas siempre abiertas. Ha recurrido repetidamente a la imagen de la Iglesia como un «hospital de campaña» después de una batalla en la que ha habido muchos heridos; una Iglesia deseosa de ocuparse con determinación de los problemas de la gente y de las grandes aflicciones que laceran el mundo contemporáneo; una Iglesia capaz de inclinarse sobre cada hombre, más allá de cualquier credo o condición, curando sus heridas. 

 ​Son innumerables sus gestos y exhortaciones en favor de los refugiados y desplazados.También ha sido constante su insistencia en trabajar a favor de los pobres. Es significativo que el primer viaje del Papa Francisco fuera a Lampedusa, una isla símbolo del drama de la emigración con miles de personas ahogadas en el mar.  Sólo una Iglesia que sirve, que vive en clave de salida hacia los que no cuentan, es hoy creíble en el evangelio que profesa. 

 ​Otra enseñanza es la misericordia, subrayando repetidamente que Dios no se cansa de perdonarnos: perdona siempre sea cual sea la situación de quien pide perdón y vuelve al camino recto. Quiso el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, subrayando que la misericordia es «el corazón del Evangelio». Misericordia y alegría del Evangelio son dos palabras clave del Papa Francisco.

 ​Frente a lo que llamó «la cultura del descarte», habló de la cultura del encuentro y de la solidaridad. En su Carta Encíclica «Fratelli tutti» quiso reavivar una aspiración mundial a la fraternidad, porque todos somos hijos del mismo Padre que está en los cielos. 

La misericordia es otra consecuencia del encuentro con Cristo resucitado. Como hemos escuchado en el libro de los hechos de los apóstoles: «Todos los que creen en él reciben, por su hombre, el perdón de los pecados» (Hch 10, 43). La misericordia no consiste en negar el pecado y su efecto en la vida de las personas. Francisco ha expresado numerosas veces cómo el pecado es el origen de la guerra, de la violencia en las familias, de la pobreza y la miseria que tantos sufren. Lo hemos escuchado en el evangelio. La misericordia no minusvalora el pecado, sino que lo sobrepasa en amor, pues el Señor carga con nuestros pecados en sus heridas. 

Otra enseñanza a la que quisiera referirme es la de la participación de todos en la misión de la Iglesia. Siguiendo con lo anterior, todos somos discípulos y todos somos misioneros: discípulos misioneros, llamados a ser testigos ante los que están a nuestro lado de la alegría del evangelio. Pero no lo hacemos como francotiradores, sino en la comunión de la Iglesia. El rasgo de la sinodalidad de la Iglesia, que el Papa ha querido subrayar y sobre el que nos llama a seguir profundizando, significa que todos estamos llamados a participar de esta misión. Cada uno en sus posibilidades, pero todos en la comunión de la Iglesia y con la mirada puesta en la multitud de los que no conocen a Cristo. 

Con la asistencia de gran número de feligreses finalizamos la celebración recordando las palabras  con las que el Cardenal Re, concluía su homilía en la Misa funeral en el Vaticano: “Querido papa Francisco, tú concluías siempre tus discursos pidiendo que rezáramos por ti. Ahora te pedimos que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero, como hiciste el domingo pasado desde el balcón de esta basílica en un último abrazo con todo el pueblo de Dios.”

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