Entrevista sobre el documento «La reciprocidad entre la fe y los sacramentos en la economía sacramental» con el Padre jesuita Gabino Uríbarri Bilbao, de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, miembro de la Comisión Teológica Internacional (Roma).

Ciudad del vaticano

Entrevista al Padre Gabino Uribarri Bilbao sobre el documento «La reciprocidad entre la fe y los sacramentos en la economía sacramental»

1) ¿Puede explicar la génesis y resumir el contenido del documento?

En la primera sesión plenaria de la CTI, que comenzó su noveno mandato de cinco años, en diciembre de 2014, se aprobó por votación que se incluyera en el estudio el tema del informe «Fe y Sacramentos».

Nos costó mucho identificar una metodología y encontrar una dirección para el tema a tratar, debido a la amplitud de las cuestiones involucradas: teología sacramental general, fundamento bíblico, impacto pastoral, diferentes sacramentos a estudiar, variedad de situaciones continentales. Se necesitaron 11 borradores para llegar al documento final.

El documento, en cinco capítulos, pretende centrarse en el hecho de que la reciprocidad entre la fe y los sacramentos está en crisis en la práctica pastoral actual. El corazón del documento, capítulo 2, consiste en un argumento teológico en el que se realiza la reciprocidad entre la fe y los sacramentos. Articula tres tesis fundamentales: 1) la revelación de Dios y la historia de la salvación poseen un tenor sacramental, por la máxima importancia debida a la Encarnación; 2) esta revelación sacramental está ordenada a la comunicación de la gracia divina a la persona humana: es dialógica; 3) por lo tanto, la fe cristiana, como respuesta a una revelación sacramental, es de carácter sacramental.

Sobre esta base, el capítulo tres considera los tres sacramentos de la iniciación cristiana y el capítulo cuatro considera el matrimonio. El texto se cierra con un capítulo resumen más corto en el que se recupera la reciprocidad esencial entre la fe y los sacramentos según la perspectiva católica.

2) La reciprocidad entre la fe y los sacramentos ha sido discutida durante años, especialmente en relación con el matrimonio. Tanto Benedicto XVI como Francisco se han preguntado sobre la validez de muchos matrimonios celebrados en la iglesia por costumbre o tradición, pero sin la verdadera fe. Los dos Papas han indicado esto como una posible forma de revisar algunos de los criterios relativos a los procesos de nulidad. ¿Qué aclara el documento a este respecto?

No sólo los papas Benedicto y Francisco. Las asambleas sinodales sobre la familia (1980, 2014, 2015) y sobre la Eucaristía (2005) pidieron, con un porcentaje cercano al 100% de los votos, una aclaración sobre una situación pastoral no resuelta: la celebración de un sacramento, el matrimonio, sin fe.

Tratamos de iluminar este complejo problema desde el punto de vista de la teología dogmática, que es el primer paso. La regulación canónica de la celebración y validez del sacramento del matrimonio se deduce de su verdad dogmática. Si la doctrina que proponemos es aceptada, dependerá de los canonistas estructurar su traducción legal en los procesos de nulidad. Sin embargo, deseo destacar que nuestro documento ha pretendido tener en cuenta la sabiduría que el derecho canónico recoge como ciencia sagrada. En este contexto, quisiera señalar que la jurisprudencia del Tribunal de la Rota Romana ya ha dictado sentencias en la línea de nuestro documento. Es decir, considerando el hecho de que la falta de fe puede perjudicar la intención de celebrar un matrimonio natural (por ejemplo: sentencia Coram Stankiewicz, 19 de abril de 1991).

3) ¿Puede explicar por qué la ausencia de fe pone en duda la validez del matrimonio sacramental?

La doctrina católica sostiene que el matrimonio es una realidad natural, perteneciente al orden de la creación (cf. Gn 2,24). Jesucristo elevó esta realidad natural al sacramento. Por lo tanto, para que se dé un matrimonio sacramental, también debe darse un matrimonio natural. Para la Iglesia, el matrimonio natural incluye las mismas características que el matrimonio sacramental. Los bienes del matrimonio natural, que lo convierten en un verdadero matrimonio, son los mismos que los del matrimonio sacramental. Y son: indisolubilidad, fidelidad y procreación.

Siguiendo a Benedicto XVI, partimos del hecho de que la fe determina las concepciones antropológicas en todos los ámbitos de la vida, incluyendo la que se refiere al matrimonio. La pregunta que nos hacemos es si la constante ausencia de fe, propia de los que pueden ser llamados «no creyentes bautizados», socava su comprensión del matrimonio. Sobre todo, teniendo en cuenta que en muchos lugares la concepción socialmente compartida del matrimonio, incluida la legalmente establecida, no se basa en la indisolubilidad (para siempre), la fidelidad (la exclusividad y el bien del cónyuge) y la procreación (abierta a los descendientes). Sostenemos que en el caso de los «no creyentes bautizados» la intención de entrar en un verdadero matrimonio natural no está garantizada. Sin el matrimonio natural no hay ninguna realidad que pueda ser elevada a matrimonio sacramental.

4) El texto de la Comisión rechaza tanto el automatismo según el cual todo matrimonio entre bautizados es un sacramento como el «escepticismo elitista» según el cual cualquier grado de ausencia de fe viciaría la intención e invalidaría el sacramento. ¿Cuál es, entonces, el camino correcto a seguir y cómo pueden aplicarse estas indicaciones a la concreción de las situaciones de las parejas?

Estamos dando un paso para aclarar una cuestión que necesita un estudio más profundo. En el ritual del matrimonio se dice: «Los pastores, guiados por el amor de Cristo, acogen a sus prometidos y ante todo restauran y alimentan su fe: el sacramento del matrimonio presupone y exige la fe» (Praenotanda § 16). En el Catecismo de la Iglesia Católica el matrimonio se define así: «La alianza matrimonial por la que un hombre y una mujer establecen entre sí la comunidad de toda la vida, por su naturaleza ordenada al bien de los cónyuges y a la procreación y educación de la prole, entre los bautizados ha sido elevada por Cristo Señor a la dignidad de sacramento» (§ 1601). Hay una tensión no resuelta entre las dos afirmaciones: en la primera se menciona la fe como un requisito (supone y requiere), en la otra no lo es.

Lo que se propone es una delicada tarea para los pastores y para todos los agentes implicados en la pastoral matrimonial, para ayudar a los futuros cónyuges a crecer en su fe hacia lo que significa el matrimonio. Siempre se puede rezar por los cónyuges, pero no siempre será apropiado celebrar el rito. En su documento titulado La doctrina católica sobre el sacramento del matrimonio (1977), la Comisión Teológica Internacional ya ha dicho que la falta de fe, entendida como una disposición a creer, compromete la validez del sacramento, sobre todo si no hay deseo de gracia y de salvación (§ 2.3). Por su parte, San Juan Pablo II, después de una larga y paulatina disquisición, afirmaba: «Cuando, por el contrario, a pesar de todos los intentos, los nubendos muestran un rechazo explícito y formal de lo que la Iglesia pretende realizar cuando se celebra el matrimonio de los bautizados, el pastor de almas no puede admitirlos a la celebración» (Familiaris consortio, 68). Por lo tanto, nos referimos, por así decirlo, a casos extremos: falta total de fe, rechazo de lo que significa el sacramento.

Es tarea de los pastores llevar a cabo el discernimiento en cada caso concreto. Hemos intentado evitar cualquier tipo de casuística. Si no se percibe, por falta de fe, la intención de contraer un matrimonio natural, no se debe celebrar el rito sacramental. Debemos ser muy conscientes del hecho de que la Iglesia facilita enormemente el acceso al sacramento del matrimonio, por un lado, y tiene un concepto muy elevado del matrimonio, por otro lado, lo que implica unas exigencias muy altas. También hay tensión a este respecto.

5) El argumento de la falta de fe como motivación para declarar un matrimonio nulo puede presentar dificultades: ¿cómo se puede comprobar la falta de fe? ¿Cómo se puede medir la fe?

No es posible medir la fe. La liturgia dice: «[…] de la que sólo tú has conocido la fe» (Plegaria Eucarística IV). Esto no significa que la fe no tenga necesariamente una traducción externa visible: la fe se manifiesta a través de la confesión de la fe, por ejemplo, o a través de la caridad. Sin embargo, sí, es posible juzgar sobre la intención, que está unida a la fe. Argumentamos sobre la base de la intención, en el caso de los bautizados no creyentes, descritos según una tipología precisa: se trata de los bautizados que han permanecido de niños y nunca se han adherido personalmente a la fe, y de los bautizados que han negado conscientemente la fe y la rechazan.

6) ¿Cuáles son los desarrollos que el documento produce en los sacramentos de la iniciación cristiana?

Con referencia a los tres sacramentos [de la iniciación] destacamos que la recepción de un sacramento siempre implica un carácter misionero. Uno recibe un sacramento no sólo para sí mismo, sino también para los demás: fortalecer a la Iglesia como Cuerpo de Cristo y ser testigos de Jesucristo resucitado.

Insistimos también en la necesidad de que se prevean procesos catecumenales, como preparación para la recepción del sacramento; en lo que sucede en la recepción misma, como don de gracia y momento de comprensión personal del significado del sacramento; y en la necesidad de una catequesis posterior a la recepción de los sacramentos, inspirada en la catequesis mistagógica de los Padres de la Iglesia.

Subrayamos que la figura de la fe que se especifica para cada sacramento es diferente. En el Bautismo es necesario asegurar la presencia del elemento dialógico que caracteriza la historia de la salvación y la relación con Dios. Esto no causa problemas para el bautismo de los adultos. En el caso de los niños, es necesario asegurar la presencia de personas cercanas, padres, padrinos, abuelos, algunos miembros de la familia, que garanticen el propósito de una educación cristiana.

En el caso de la Confirmación, insistimos en la madurez necesaria para una inserción más adulta y responsable en la comunidad cristiana, tanto en relación con su lado interno de la construcción de la comunidad como en relación con su misión hacia el mundo exterior. Enfatizamos la importancia de una relación personal con el Señor a través de la oración.

La Eucaristía es el sacramento de la fe por excelencia. En ella se ejercita y se alimenta la fe. Se requiere una mayor adhesión personal al credo y una coherencia básica con la vida cristiana.

Nuestra intención está muy lejos de poner barreras a los sacramentos. Por el contrario, nos gustaría que el documento ayudara a estimular el ministerio pastoral y la práctica sacramental. Tomar en serio la sacramentalidad de la historia de la salvación requiere un mínimo de fe para evitar que la celebración de los sacramentos decaiga en un ritualismo vacío, en la magia o en una privatización de la fe que ya no corresponde a la fe eclesial.

“La reciprocidad entre fe y sacramentos en la economía sacramental” es el título del documento que la Comisión Teológica Internacional publica este 3 de marzo.

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