RETABLO
RETABLO

“Solo una nueva estética salvará a la Iglesia”. Las imágenes de este gran Retablo, de esta “corona mistérica” quieren incidir en lo más profundo del espíritu del fiel que la contempla. Tienen como fin ayudar al hombre a elevarse hasta Dios.

Estas pinturas actúan en el alma del cristiano como en la Transfiguración, donde los apóstoles percibieron el resplandor de la luz divina sobre el monte Tabor.
Al igual que el que escucha la Palabra de Dios y sobre todo en la liturgia esta imágenes, de una manera directa, inmediata, y más emotiva, quieren ayudar a los fieles a transformarse espiritualmente.

San Juan Damasceno, que defendió los iconos frente a la furia iconoclasta y que el Papa León XIII lo proclamó “Doctor” de la Iglesia universal decía: “He visto la imagen humana de Dios y mi alma ha sido salvada”

Que el santo rostro de Cristo, os ayude a ser testigos de su amor.

Rezad por mi.

Kiko Argüello

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En el Retablo del presbiterio de la parroquia Epifanía del Señor y Santo Tomás de Villanueva de Valencia, están representados los diez misterios más importantes de nuestra salvación:  La Anunciación; La Natividad; El Bautismo de Jesús; La Transfiguración; La Crucifixión; El Descenso a los Infiernos; La Resurrección; La Ascensión; Pentecostés; y la Asunción de la Virgen.

En el centro de la composición presidiendo todo el templo, la imagen de Jesús Pantocrátor, en su segunda venida cuando vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos, flanqueado por María y el arcángel san Gabriel y san Juan Bautista con el arcángel san Miguel y el Icono de la Trinidad, con san Pedro y san Pablo a derecha e izquierda.

Las pinturas murales en su conjunto forma “como una escalera” que asciende desde la tierra, -la Anunciación- hasta el cielo, -la Ascensión y Pentecostés-. Cada icono del retablo anuncia lo que se realiza en el altar. “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús”, decimos en cada eucaristía después de la consagración.

Modernidad y tradición; nueva estética y representación no sentimental , sino teológica de nuestra fe. La composición y los contenidos estructurales de la iconografía representada siguen la más antigua tradición, que hasta el siglo XV era común en todas las Iglesias de Oriente y de Occidente.

La Iglesia de Occidente hoy debe reflexionar sobre la estética con la que quiere realizar su misión de evangelizar en el tercer milenio para recuperar una expresión artística cristiana capaz de reflejar el contenido de nuestra fe. Esto significa hoy:

– Saber plasmar la fe en una estética que no sea anacrónica ni arqueológica, sino basada en la tradición de siempre. En este sentido el arte del Oriente Cristiano puede ser de gran ayuda, dado que ha sabido conservar el canon de la tradición primitiva.

– Y esto en función del amor al hombre, al más pobre, aunque no esté suficientemente instruido; para que pueda encontrar en la contemplación de la imagen religiosa aquella emoción estética que le ayude en su camino de fe.

La representación de la fe cristiana en el arte tiene que ser un reflejo del alma, un anuncio celeste. En estas pinturas , el fondo de oro y la perspectiva invertida colocan el punto de fuga no en el interior de la pintura, como en el Renacimiento, sino fuera de ella, en el espectador, como es propio de la iconografía Oriental, hacen de estas imágenes un anuncio kerigmático, una buena noticia que se actualiza en el momento en que se contempla, de modo análogo a como actúan los sacramentos, que hacen presente el acto salvífico de Cristo proponiéndolo como salvación en el hoy y en el ahora.

En estas pinturas hemos seguido el Canon ortodoxo de los grandes misterios cristianos, ya sea en la composición como en los colores. Siguiendo, sobre todo, las huellas del gran Rublev, probablemente la cima más alta del arte cristiano, hemos buscado una expresión moderna incorporando los descubrimientos del arte occidental contemporáneo, desde el impresionismo en adelante: Matise, Braque, Picaso, etc.

En cuanto a la técnica empleada, las pinturas están realizadas sobre muro preparado con estuco romano, utilizando distintos pigmentos minerales aglutinados con aceite de lino y diluidos con esencia de trementina. Los pigmentos penetran en el estuco haciéndose un cuerpo con él. A medida que la cal y la marmolina van recibiendo el color y éste va penetrando en el estuco, la pintura mural adquiere una textura mate y aterciopelada de gran duración y efecto cromático. Los fondos están hechos con pan de oro.

Decía Dostojevsky: “!Sólo la belleza, (Cristo), salvará el mundo¡”. Dicha belleza debe hacerse presente hoy en la Iglesia que es su cuerpo, sobre todo, a través de la comunidad cristiana.
!Mirad como se aman¡ Gritó el mundo pagano al ver las comunidades cristianas primitivas, en las que la belleza del amor crucificado fue la luz que convirtió al imperio romano.

Frente a un fenómeno sociológico tan importante como es el fin de la cristiandad, sobre todo en Europa, es necesario que la Iglesia responda con otro fenómeno sociológico de igual o de mayor entidad: la aparición de la comunidad cristiana como la Santa Familia de Nazaret, donde el Bautismo recibido pueda crecer hasta la estatura adulta, esto es, el amor en la dimensión de la Cruz : “Amaos como yo os he amado. En este AMOR conocerán que sois mis discípulos” dice Jesús; en “este amor os conocerán”: como yo os he amado. Cristo nos amó cuando éramos sus enemigos, se dejo matar, pegar, insultar, escupir. Se rieron y confabularon contra Él; le calumniaron, le torturaron. Pero Él ofreció todo ello por todos los hombres como pena pagada por las fechorías de ladrones, sinvergüenzas y malvados; por los pecados de todos. Por esto, en el libro abierto que sostiene el Pantocrátor situado en el centro del Retablo está escrito:”AMAD A VUESTROS ENEMIGOS ! VENGO PRONTO ¡.

Valientes para buscar caminos y andaduras de amor a Dios y al hombre, sin miedos, en la esperanza de que Él está con nosotros “hasta el fin del mundo”, caminamos.

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