Fijar los ojos en el rostro de Cristo es la tarea de todos sus discípulos. Cuando rezamos el Rosario contemplamos a Cristo con María. Nadie conoce a Cristo mejor que Ella.

Recorrer con María las escenas del Rosario es como ir a la «escuela» de María para comprender a Cristo, para entender el Misterio de su grandeza: Él es el verdadero Dios y verdadero Hombre. 

Sin la contemplación de los misterios, el Rosario es un cuerpo sin alma, y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de formulas  (Pablo VI)

El Rosario, a partir de la experiencia de María, es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión, se desnaturalizaría. (Juan Pablo II)

LUNES Y SÁBADOS:  MISTERIOS GOZOSOS

MARTES Y VIERNES:    MISTERIOS DOLOROSOS

MIÉRCOLES Y DOMINGO:  MISTERIOS GLORIOSOS 

JUEVES:                       MISTERIOS LUMINOSOS

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