Con gran solemnidad y alegría hemos celebrado la Vigilia de Pentecostés en la parroquia; en una Eucaristía presidida por nuestro párroco Rvdo. D. Joaquín Ángel Gil Gimeno y concelebrada con el Rvdo. D. Salvador Biosca Micó, adscrito a nuestra parroquia y asistidos por el Diacono D. Ramón Borja y varios acólitos.
En el transcurso de la celebración, preparada por los jóvenes de la parroquia, D. Joaquín en su homilia insistió en que » el día de Pentecostés, celebramos el don del Espíritu Santo que nos hace Jesucristo resucitado. La lectura de los Hechos de los Apóstoles narra cómo el Espíritu Santo, el día de Pentecostés, bajo los signos de un viento impetuoso y del fuego, irrumpe en la comunidad orante de los discípulos de Jesús y así da origen a la Iglesia.
San Pablo explica y destaca esto cuando dice: «Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu» (1 Co 12, 13)
En el Evangelio de Juan, el Señor resucitado, a través de las puertas cerradas, entra en el lugar donde se encontraban los discípulos y los saluda dos veces diciendo: «La paz con vosotros».
Al saludo de paz del Señor siguen dos gestos decisivos para Pentecostés; el Señor quiere que su misión continúe en los discípulos: «Como el Padre me envió, también yo os envío» (Jn 20, 21). Después de lo cual, sopla sobre ellos y dice: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20, 23). El Señor sopla sobre sus discípulos, y así les da el Espíritu Santo, su Espíritu.
Al soplo, al don del Espíritu Santo, el Señor une el poder de perdonar. El Espíritu Santo une, derriba las fronteras, conduce a unos hacia los otros. La fuerza, que abre y permite superar Babel, es la fuerza del perdón. Jesús puede dar el perdón y el poder de perdonar, porque él mismo sufrió las consecuencias de la culpa y las disolvió en las llamas de su amor. El perdón viene de la cruz; él transforma el mundo con el amor que se entrega. Su corazón abierto en la cruz es la puerta a través de la cual entra en el mundo la gracia del perdón. Y sólo esta gracia puede transformar el mundo y construir la paz.
En Pentecostés, la Iglesia no es constituida por una voluntad humana, sino por la fuerza del Espíritu de Dios.
El Espíritu Santo anima a la Iglesia. Esta no procede de la voluntad humana, de la reflexión, de la habilidad del hombre o de su capacidad organizativa, pues, si fuese así, ya se habría extinguido desde hace mucho tiempo, como sucede con todo lo humano. La Iglesia, en cambio, es el Cuerpo de Cristo, animado por el Espíritu Santo.
Acabada la liturgia de la Palabra, se administró el sacramento del Bautismo, a Belén, nuevo miembro de nuestra comunidad parroquial, posteriormente se continuo con la liturgia Eucarística.
Terminamos la celebración con gran gozo y alegría, bendiciendo a Dios con cantos y danzas, por el DON de su ESPIRITU SANTO