Desde el año 2019

El nuevo santo, conocido como ‘el hermano Carlos de Jesús’, vivió los últimos 15 años de su vida en el Sáhara argelino, primero en Beni Abbés y más tarde en las ermitas de Tamanrasset, que él mismo construyó.

En un asalto a su casa para robar fue capturado el 1 de diciembre de 1916 por los senusistas, rebeldes tuaregs que luchaban contra la presencia francesa en el Sáhara, aprovechando la inseguridad de la I Guerra Mundial. Le disparó un adolescente (uno de sus captores), que entró en pánico tras la llegada de dos meharistas.

Su cuerpo fue enterrado allí mismo, en Tamanrasset, y en 1929 trasladado al desierto argelino, concretamente al único cementerio cristiano más cercano, aunque a 1.000 kilómetros de donde vivía, en El Golea (El Meniáa).

Jesús Cervera, junto a la tumba de san Carlos de Foucauld (a su lado, el Obispo de la diócesis argelina a la que pertenece El Menia)

Su misión es “vivir el Evangelio de la amistad”

Allí, al frente de la parroquia cercana, se encuentra el sacerdote valenciano Jesús Cervera, que llevado por la espiritualidad del nuevo santo inició una experiencia misionera en septiembre de 2019 en el Sáhara argelino tras el envío “fidei Donum” del Arzobispo de Valencia.

En esta parroquia, como él cuenta, “no hay fieles cristianos de allí, puesto que es una zona cien por cien musulmana, y los únicos que hay son extranjeros”. Junto a él se encuentran otros sacerdotes de diferentes nacionalidades y las hermanas de Nuestra Señora de la Salette.

Su misión allí, donde está prohibido predicar ni hacer cualquier manifestación religiosa de forma pública, es la misma que vivió el hermano Carlos de Jesús, que él llamó vida de Nazaret. “Aquí no somos nadie y nuestra misión es ser testigos de las cosas buenas que hace Dios, del Evangelio de la amistad”, apunta Jesús Cervera.

Según explica el sacerdote valenciano, “cuando vivía en los tuaregs el hermano Carlos escribió: ‘mi vida transcurre rezando al buen Dios y recibiendo a los vecinos que vienen a mi puerta’ y ésta es nuestra misión -continúa el misionero- vivir el evangelio de la amistad”.

“La puerta de mi casa siempre está abierta, y no de una forma metafórica, además hago muchas visitas a las personas con las que he entablado amistad y relación”, también a los enfermos, añade. De hecho, en este tiempo ha estrechado lazos de amistad grandes con algunos musulmanes, le han invitado a las bodas, además de acudir él a sus entierros, o socorrer con alimentos a las familias más necesitadas.

Otra de las labores que hace el sacerdote es visitar a los presos, puesto que en esta zona se encuentran detenidos un gran número de cristianos africanos, de otros países del continente, que han llegado allí huyendo de guerras, hambre y muerte. También colabora con las hermanas en la atención a los discapacitados.

A esta zona, el Golea, en donde se encuentra enterrado el nuevo santo, suelen acudir familias y grupos de peregrinos, aunque, como detalla el sacerdote valenciano, “en estos años, por la pandemia, han sido muy pocos”. Aún así, este fin de semana pasado, han celebrado una vigilia de oración y la misa de acción de gracias, y un grupo de fieles y amigos musulmanes, encabezados por el Obispo de la diócesis, ha acudido a Roma a la canonización que también se celebró en Beni Abbés y en Tamanrasset.

Canonización en Roma

En la misa de canonización de San Carlos de Foucauld participaron algunos sacerdotes valencianos pertenecientes a la fraternidad sacerdotal “Iesus Caritas”, en la que profundizan en la espiritualidad del hermano Carlos de Jesús, a través de diferentes encuentros como los retiros mensuales.

Entre ellos estaban el rector del Seminario Mayor de Valencia, Fernando Ramón, y el canónigo de la Catedral de Valencia, Aquilino Martínez. También participaron algunos laicos que forman parte de grupos que viven la espiritualidad del nuevo santo.

“Que los nuevos santos inspiren soluciones de unión, caminos de diálogo, especialmente en los corazones y las mentes de quienes ocupan puestos de gran responsabilidad y están llamados a ser protagonistas de la paz y no de la guerra”, fueron las palabras del papa Francisco el domingo tras el rezo del Regina Coeli, en las que se refirió a los diez nuevos santos canonizados ese mismo día en una misa en el Vaticano: Titus Brandsma, Lázaro, llamado Devasahayam, César de Bus, Luigi Maria Palazzolo, Giustino Maria Russolillo, Maria Rivier, Maria Francesca di Gesù Rubatto, Maria di Gesù Santocanale y Maria Domenica Mantovani.

“Nuestros compañeros de viaje, hoy canonizados, vivieron la santidad de este modo: se desgastaron por el Evangelio abrazando con entusiasmo su vocación y descubrieron una alegría sin igual y se convirtieron en reflejos luminosos del Señor en la historia”, destacó el Papa en la homilía.

El nuevo santo

Carlos de Foucauld nació en Francia, en Estrasburgo, el 15 de septiembre de 1858. Huérfano a los seis años, creció con su hermana Maria, bajo los cuidados de su abuelo, orientándose hacia la carrera militar.

Durante una peregrinación a Tierra Santa descubrió su vocación: seguir a Jesús en su vida de Nazareth. Ordenado sacerdote a los 43 años (1901) parte al Sáhara, primero Beni-Abbes, después Tamanrasset en medio de los Tuaregs del Hoggwar.

Murió el 1 de diciembre de 1916, a los 58 años, asesinado por una banda de ladrones. Benedicto XVI lo beatificó en 2005.

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