«En un mundo dominado por las apariencias, por los pensamientos superficiales, por la banalidad tanto del bien como del mal, la antigua lección de la prudencia merece ser recuperada». Lo dijo el Papa en su catequesis durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro reflexionando sobre la prudencia y continuando la serie de catequesis dedicadas a las virtudes
Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano
La prudencia, junto con la justicia, la fortaleza y la templanza, constituyen las virtudes que se definen «cardinales». Y a esta virtud ha estado dedicada la catequesis de la audiencia general de hoy en la Plaza de San Pedro. El Papa saludó a los fieles y peregrinos y dijo que también esta vez, debido a su dificultad con la voz, será el padre rosminiano Pierluigi Giroli, de la Secretaría de Estado, quien dé lectura al texto preparado.
Las virtudes cardinales, explicó el Papa, no son «prerrogativa exclusiva» de los cristianos, porque ya eran patrimonio de la sabiduría de los antiguos, en particular de los filósofos griegos. Jesús en los Evangelios habla de prudencia y exhorta repetidamente a sus seguidores a ser prudentes. «En un mundo dominado por las apariencias, por los pensamientos superficiales, por la banalidad tanto del bien como del mal -observó Francisco-, la antigua lección de la prudencia merece ser recuperada».
Ser prudente no significa ser temeroso
Es importante, sin embargo, aclarar el significado de la prudencia, afirmó el Papa. Sería un error, por ejemplo, creer que es la característica «de una persona temerosa», siempre titubeante ante la acción que debe emprender. “No es tampoco solamente la cautela». Y continuó:
Conceder la primacía a la prudencia significa que la acción del ser humano está en manos de su inteligencia y de su libertad. La persona prudente es creativa: razona, evalúa, trata de comprender la complejidad de la realidad. Y no se deja llevar por las emociones, la pereza, las presiones, las ilusiones.
Prudente es quien sabe elegir
Para Santo Tomás, la prudencia es «la capacidad de gobernar las acciones para dirigirlas hacia el bien», recordó Francisco, y subrayó que «prudente es quien sabe elegir» y que en la vida concreta esto no siempre es fácil, a menudo de hecho «nos sentimos inseguros y no sabemos hacia dónde ir».
Quien es prudente no elige al azar: ante todo, sabe lo que quiere, luego pondera las situaciones, se deja aconsejar y, con amplitud de miras y libertad interior, elige qué camino tomar.
Gobernar con prudencia es armonizar las diferencias
Siempre es posible que cometamos errores, pero con prudencia podemos evitar «grandes bandazos», precisó el Papa, señalando que, “desafortunadamente, en todos los ambientes hay quien tiende a liquidar los problemas con bromas superficiales o a suscitar siempre polémicas”.
La prudencia, en cambio, es la cualidad de quienes están llamados a gobernar: saben que administrar es difícil, que hay muchos puntos de vista y que es preciso tratar de armonizarlos, que no se debe hacer el bien de algunos, sino el de todos.
La prudencia es saber conservar la memoria del pasado
El Papa observó luego que la prudencia enseña muchas cosas: que «lo perfecto es enemigo de lo bueno», que un exceso de celo, en algunas situaciones “puede generar conflictos e incomprensiones», que es necesario ser previsor y tener en cuenta el pasado:
La persona prudente sabe custodiar la memoria del pasado, no porque tenga miedo al futuro, sino porque sabe que la tradición es un patrimonio de sabiduría. La vida está hecha de una continua superposición de cosas antiguas y cosas nuevas, y no es bueno pensar siempre que el mundo empieza con nosotros, que tenemos que afrontar los problemas desde cero.
La virtud de la prudencia en el Evangelio
Jesús, afirmó el Papa Francisco, muestra su aprecio por la prudencia: dice que «es prudente quien construye su casa sobre la roca», elogia a las vírgenes prudentes que no se dejan encontrar sin aceite para sus lámparas porque «la vida cristiana es una combinación de sencillez y astucia». Y concluyó:
Al preparar a sus discípulos para la misión, Jesús les recomienda: «Yo los envío como ovejas entre lobos; sean entonces prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas». (Mt 10,16). Es como si dijera que Dios no sólo quiere que seamos santos, sino que quiere que seamos santos inteligentes, porque sin prudencia ¡equivocarse de camino es cuestión de un momento!