La archidiócesis se une a la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado
La archidiócesis de Valencia también se une a la celebración de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado con la celebración de una eucaristía el domingo 29 a las 19 horas en la iglesia de Santa Catalina de Valencia, que será organizada por la delegación diocesana de Inmigrantes y en la que participarán fieles de distintos países, así como congregaciones religiosas e instituciones que trabajan con la realidad de la inmigración.
El delegado de Migraciones, el sacerdote Olbier Hernández, señala que en esta Jornada se pone de manifiesto que la Iglesia tiene “una mirada sobre las migraciones”. Una mirada, que explica, es a nivel global pero también particular en cada diócesis, “una pastoral no siempre comprendida”. Asimismo, recuerda el último mensaje de los obispos españoles sobre la inmigración en el que destacan que “el futuro de la Iglesia pasa por los migrantes y que tenemos que ser la Iglesia acogedora y misionera o no seremos Iglesia».
El delegado también asegura que el atender a la población migrante es una riqueza: “La diversidad que traen, sobre todo la diversidad cultural, nos enriquece y al mismo tiempo que son acogidos tenemos que dejarnos acoger por ellos, porque esto es un doble camino. Entonces, en ese compartir, ese encuentro humano, lo que se trata es que a través del testimonio de la caridad y del amor fraterno, nosotros podamos evangelizar, ser misioneros, dar testimonio y muy importante, dejarnos evangelizar”.
En este sentido, recuerda que desde la delegación diocesana, así como desde las parroquias y congregaciones religiosas o instituciones eclesiales de la diócesis se están acogiendo y ayudando a miles de migrantes que llegan a Valencia. Un trabajo que se intensifica en algunas épocas como ocurrió en 2014 con la llegada del ‘Aquarius’ o con las crisis de Siria, Iraq, Afganistán o más recientemente Ucrania. Una ayuda que va desde asesoramiento legal, búsqueda de trabajo o facilitar los servicios básicos como la alimentación.
En estos momentos el debate de la inmigración está teniendo mucha repercusión. De hecho, el último barómetro del Centro Español de Investigaciones Sociológicas (CIS) habla de que la inmigración es el primer problema que preocupa a los españoles. En este sentido, el delegado diocesano anima a “no tener miedo”: “España siempre ha sido un país integrador y acogedor y yo creo que tiene que seguir siendo por su propia identidad”. “Yo invitaría a la gente a que se acercara a las personas migrantes, a que les conociera. Detrás de cada persona hay una historia, hay un drama, hay unas esperanzas y unos sueños como cualquiera de nosotros. Podemos compartir nuestra realidad con ellos y más nosotros, que hemos sido también migrantes durante muchos años”, asegura.
Además, destaca que “la Iglesia tiene la necesidad de formar a sus sacerdotes, a sus laicos y a los agentes de pastoral para poder de verdad acoger a los migrantes y evangelizar desde esta realidad”. El sacerdote también pide que las políticas migratorias no olviden que son personas y que “si van a ser acogidas, sean acogidas con los derechos y la dignidad que merecen, y que sean devueltas en los casos que corresponden, pero también con dignidad”.
Una de las realidades sobre la migración que está muy presente en los medios de comunicación es la de los menores que llegan a nuestro país sin nada y que se ven abocados muchas veces a buscarse la vida como sea. Hernández indica que “hay que buscar a los responsables de que estos niños lleguen solos, ya que no podemos acoger niños, donde hay una ruptura familiar, sin saber dónde están sus padres, dónde está la historia de esos niños para salvarles”. “Salvarles implica salvar su historia y su historia implica su familia también. ¿Qué vamos a hacer con las familias de esos niños?”, añade.
Presencia de la Iglesia de Valencia en el CIE
Desde el año 2009 la diócesis de Valencia tiene presencia y acompañamiento pastoral en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Valencia (CIE), en Zapadores, a través de un sacerdote diocesano, el canónigo de la Catedral Vicente Pons, ayudado en algunas ocasiones por religiosos con experiencia en misiones.
La capellanía, como apunta Pons, celebra semanalmente una eucaristía o una celebración de la Palabra semanal, cuando los que asisten no están bautizados, en las que participan entre 7 y 20 personas”. Pero su presencia más allá de esta celebración semanal, puesto que “se atiende a todos los internos en sus necesidades espirituales y materiales (ropa, libros o material de aseo), se les escucha y busca en ocasiones apoyo jurídico, además de facilitarles ayuda u orientación, cuando tras los 60 días, tiempo máximo en que pueden estar en el centro, son dejados en libertad o expulsados a sus países de origen”, comenta el capellán. Para satisfacer estas necesidades materiales se cuenta con el apoyo de Cáritas Diocesana y varias parroquias.
Cada semana el sacerdote, con la colaboración de la Policía Nacional, visita las instalaciones del CIE en Zapadores, saluda y atiende a todos los inmigrantes internos sin distinción de religión u origen, e invita a participar en la celebración a los cristianos, con celebraciones especiales en Navidad, Semana Santa y Pascua. Para la Eucaristía se dispone de un pequeño misal con la celebración en diez lenguas de manera que puedan seguirla en su propia lengua, facilitando cada semana el Evangelio en castellano, francés e inglés.
El arzobispo de Valencia, mons. Enrique Benavent, la última Navidad visitó, junto al capellán, el CIE para animar a todos y compartir unos dulces.
El capellán destaca la incertidumbre de los que allí viven: “tanto los que están en el CIE solo por no tener documentos como los que además han cometido algún delito menor están bajo la tensión de no saber si se les va a expulsar o se van a quedar y además si salen en libertad, siguen siendo ‘ilegales’. La mayoría son jóvenes que ven en su expulsión un fracaso, muchos de ellos después de un fuerte gasto de sus familias para poder venir aquí. Otros, caso de algunos países de Hispanoamérica, su vida peligra si regresan. No es fácil conseguir asilo, un proceso difícil de conseguir, salvo para los que vienen de países en guerra. Cada uno de los internos presenta una historia de marginación por parte de la sociedad europea que vivimos, una de las periferias en las que también los cristianos estamos llamados a ayudar”.