Carta abierta a Sor Lucía Caram

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«No debemos perder nuestra independencia por una ideología»

Sor María Pilar Cano, OP, 26 de julio de 2015 a las 08:48

Querida Hermana: Por los medios de comunicación todos conocemos tu labor en el mundo fuera de la clausura y tus dotes para la comunicación. Y como son actividades que realizas abiertamente, nosotras, que también somos monjas dominicas de clausura, queremos reflejar cómo vivimos nuestra vocación de forma activa desde una vida escondida en Dios.

La propia vocación de clausura indica que esuna forma de vida cristiana radical, que recuerda que lo importante para los bautizados es el Reino de Dios y por tanto, Jesucristo. Nuestra vocación sirve para enseñar que también el silencio y la soledad son fructíferos y que la Iglesia, como cuerpo de Cristo, tiene muchos miembros, cada uno de los cuales están llamados a realizar su función. La nuestra consiste en la escucha y en la atención, que hoy en día son más necesarias que nunca; para ello es necesaria la vivencia del silencio y de la vida oculta y discreta, que es lo que vienen buscando quienes acuden a nuestro torno, porque ven otra forma de vida diferente.

Podemos comprender nuestra vocación de clausura a través de la experiencia de San Antonio abad, el primer monje o ermitaño, que quiso retirarse al desierto cuando comprendió el Evangelio, que la única riqueza es Cristo. Pero, a pesar de retirarse al desierto, no se escondió de quienes lo buscaban para pedirle consejo. Así debemos ser también nosotras poniendo en práctica el lema de nuestra orden: Contemplata aliis tradere (transmitir a los otros lo que hemos contemplado); no guardamos para nosotras lo que hemos experimentado y recibido, sino que compartimos desde nuestra pobreza con quienes se acercan a nuestro monasterios.

Y la gente que viene a visitarnos para consultarnos, para pedirnos oración, consuelo y remedios materiales urgentes valora, con la percepción de la gente sencilla, que nuestra vocación consiste en mostrar que lo único importante para cualquier cristiano es Jesucristo. Por eso nosotras, como Orden de Predicadoras, estamos llamadas a predicar desde el silencio y la oración sólo a Cristo muerto y resucitado, no a predicar nada más, ni hablar de otros asuntos que pertenecen al ámbito de los laicos y seglares, de manera que cada miembro de la Iglesia realicemos nuestra vocación para el bien común de todo el cuerpo, lo que significa que no invadamos terrenos o hagamos tareas que, como no son propias de nuestra misión, pueden causarnos daño a nosotras mismas y a la Orden, además de a toda la Iglesia, pues como cuerpo que es, sufre cuando uno de sus miembros se daña.

Por eso es tan importante que siempre hagamos lo que estamos llamadas a ser, porque así repercutirá para todo el cuerpo de la Iglesia; igual que si no realizamos lo que estamos llamadas a ser y hacer, nos dispersamos, nos mundanizamos, nos alienamos, no solamente nosotras, sino todo el cuerpo al que pertenecemos. También es importante hacerse todo a todos, porque hemos de integrar y atender a cualquier persona, no a algunos solamente según nuestros gustos o intereses particulares. Para esto también son importantes los métodos que usamos, de manera que nunca perdamos nuestra libertad ni nuestra independencia en favor de un grupo o de una ideología en detrimento de otros.

En este sentido he tenido con dolor que escuchar de ti y ver actitudes en ti que desdicen de una persona, y más de una religiosa, ya que dividimos a los hermanos en lugar de dar ejemplo de integración y de acogida.

Termino con un último consejo desde mi experiencia de ser una hermana de tu Orden: Nuestra misión y vocación necesita espacios de relación comunitaria y con Dios, cuidando las relaciones fraternas con las demás hermanas, la comunión con todas. Si dices al mundo que monja de clausura, no. Monja de silencio, no…de obediencia, no ¿qué es lo que queda de consagrada?

Afectuosamente,
Sor María Pilar Cano, OP

Carta abierta a Sor Pilar Cano:

«La calidad de la vida contemplativa se mide en la caridad»

(Carmen María Martínez Celma, dominica seglar).-

Dicen que el árbol se conoce por los frutos, y los del árbol de Sor Lucía Caram, son sabrosos y fecundos. Somos muchos, creyentes y no creyentes, los que nos beneficiamos de ellos y de la sombra de su frondoso árbol. Me preocupa que quien se precia de «monja contemplativa» como ud. Sor Pilar, tenga tiempo para «revisar la vida de las hermanas» y arrojar, en pleno año de la misericordia, una piedra contra otra hermana, que mueve cielo y tierra (cielo y tierra) para que el Reino de Jesús se instaure.

Déjeme decirle que estamos en una situación de grave crisis, tal vez Vd. no la ve en su crudeza porque está demasiado ocupada en escrutar las leyes canónicas, mientras otros, con el fuego del Evangelio, escrutan los signos de los tiempos y atienden los gemidos de los empobrecidos.

Le recuerdo un gesto del Joven Domingo de Guzman. Cuando era un estudiante, dedicado al estudio, la oración y el silencio, supo que había una gran hambruna. Y ¿qué hizo? Vendió sus libros diciendo: «No puedo estudiar sobre pieles muertas, mientras mis hermanos, pieles vivas, se mueren de hambre». Él estaba allí para estudiar. Pero antepuso la «obligación» y su «compromiso» personal, al bien común.

Tengo la impresión que Vd. se justifica. Dé gracias a Dios que una hermana, apoyada por su comunidad, trabaje por el Reino. A lo mejor en ese bendito Monasterio de Manresa está surgiendo algo nuevo, tal vez lo que vd. ignora, es que están dando cauce en comunión con la Iglesia y con la humanidad a eso nuevo que nace.

Si Vd. hubiera obrado evangélicamente, esto es: Si hubiera llamado a su hermana para decirle lo que dijo públicamente, seguramente sabría cosas que hoy no sabe, o al menos le hubiera dado la posibilidad de explicarse, o de «rectificar». Pero no. Perdone, pero los cobardes huyen de los mecanismos que propone Jesús para hacer su santa voluntad. Que es lo que Vd. hizo, porque Jesús apela a hablar con el hermano a solas, con testigos y luego a denunciar. No haber seguido estos pasos, y querer provocar división, la descalifica. ¿O acaso los siguió? No, sé que ni siquiera la llamó.

Ahora le digo: 1400 familias, 4500 personas comen gracias a la Fundación que inició aquella que Vd, dice que «no es consagrada» porque no vive la clausura ni obedece (otro juicio suyo, cuando Jesús dijo que no juzguemos). Más de 70 personas tienen un techo, gracias a esa pecadora; 450 niños tienen acceso a escolarización, gafas, colonias, y apoyo psicológico, gracias a esa «monja rebelde»; más de 9.000 niños ya se han beneficiado de la Campaña que ella organizó en el territorio Español «Todos Contra la pobreza infantil»…. Suma y sigue. Una fe sin obras está muerta. Ella no se mete con su fe, por favor, no la machaque con la falta de la suya.

Ah, y le recuerdo que mientras ella reparte alimento a los más pobres, muchos conventos de monjas «de clausura», reciben alimentos de los Bancos de alimentos de toda España, por los que trabaja también Sor Lucía.

Termino con pena: La calidad de la vida contemplativa se mide en la caridad. En su carta veo ley, norma y doctrina. ¿No es posible alegrarse de una hermana que llega al corazón de la gente sencilla y que es reconocida y querida porque acoge a los más pobres?

Le deseo a Vd y a todas las monjas de clausura y a las Contemplativas, un feliz año de la vida consagrada.

Carmen María Martinez Celma

Dominica Seglar

Comunidad de Madrid

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