Debora Donnini – Ciudad del Vaticano
Dejarse deslizar lentamente en el pecado, relativizando las cosas y entrando «en negociación» con los dioses del dinero, de la vanidad y del orgullo. Es cuanto advirtió Francisco ante lo que él mismo definió como una «caída con anestesia». Y lo hizo esta mañana en su homilía de la misa celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, en que reflexionó sobre la historia del Rey Salomón. El Papa destacó que la Primera Lectura de la liturgia de hoy (1 Reyes 11, 4-13) relata «la apostasía”, por decirlo de alguna manera, de Salomón», que no fue fiel al Señor. Cuando era anciano, sus mujeres, en efecto, hicieron que su corazón «se desviara” para seguir a otros dioses. Al principio fue un «buen muchacho», que sólo pedía sabiduría al Señor. Y Dios lo hizo sabio, hasta el punto de que los jueces se le acercaron, y también la Reina de Saba, de África, con regalos, porque había oído hablar de su sabiduría. «Se ve que esta mujer era un poco filósofa y le hizo preguntas difíciles» – dijo el Papa – señalando que «Salomón salió victorioso de aquellas preguntas», porque sabía cómo responderlas.
La lenta apostasía
En aquella época – prosiguió diciendo el Papa – se podía tener más de una esposa, lo que no significa – explicó – que fuera lícito ser «mujeriego». El corazón de Salomón, sin embargo, se debilitó, no porque se hubiera casado con estas mujeres – él podía hacerlo – sino porque las había elegido de otro pueblo, con otros dioses. Y Salomón, por lo tanto, cayó en la «trampa» y dejó que sucediera cuando una de sus esposas le decía que fuera a adorar a Camos o a Moloc. Y así lo hizo con todas sus mujeres extranjeras que ofrecían sacrificios a sus dioses. En una palabra, «permitió todo y dejó de adorar al único Dios». Con un corazón debilitado por su excesivo afecto a las mujeres, «el paganismo entró en su vida». Y Francisco enfatizó que aquel muchacho sabio que había rezado bien pidiendo la sabiduría, cayó hasta el punto de ser rechazado por el Señor.
«No fue una apostasía de un día para otro, fue una apostasía lenta» – explicó el Santo Padre – y agregó que también el rey David, su padre, de hecho, había pecado – de manera fuerte al menos dos veces – pero inmediatamente se arrepintió y pidió perdón. De modo que había permanecido fiel al Señor que lo protegió hasta el final. David lloró por ese pecado y por la muerte de su hijo Absalón y cuando, antes, huía de él, se humilló pensando en su pecado, cuando la gente lo insultaba. «Era santo. Salomón no es santo», afirmó Francisco. El Señor le había dado muchos dones pero había desperdiciado todo porque había dejado que su corazón se debilitara. No se trata – señaló el Papa – del «pecado de antaño», sino del «deslizamiento».
Las mujeres hicieron que su corazón se desviara y el Señor se lo reprocha: «Has desviado el corazón». Y esto sucede en nuestra vida. Ninguno de nosotros es un criminal, ninguno de nosotros comete grandes pecados como había hecho David con la esposa de Urías, ninguno. ¿Pero dónde está el peligro? Dejarse deslizar lentamente porque es una caída con anestesia, no te das cuenta, pero lentamente se resbala, se relativizan las cosas y se pierde la fidelidad a Dios. Estas mujeres eran de otros pueblos, tenían otros dioses, y cuántas veces nosotros olvidamos al Señor y entramos en negociaciones con otros dioses: el dinero, la vanidad, el orgullo. Pero esto se hace lentamente y si no está la gracia de Dios, se pierde todo.
Atención a la mundanidad, no se puede estar bien con Dios y con el diablo
Nuevamente el Papa se refirió al Salmo 105 (106) para subrayar que este mezclarse con la gente y aprender a actuar como ella significa volverse mundanos, paganos:
Y para nosotros este lento deslizamiento en la vida es hacia la mundanidad, éste es el pecado grave: «Todos lo hacen, pero sí, no hay ningún problema, sí, no es realmente lo ideal, pero…». Estas palabras que nos justifican al precio de perder la fidelidad en el único Dios. Son los ídolos modernos. Pensemos en este pecado de la mundanidad. De perder la autenticidad del Evangelio. Lo genuino de la Palabra de Dios, de perder el amor de este Dios que dio su vida por nosotros. No se puede estar bien con Dios y con el diablo. Esto lo decimos todos nosotros cuando hablamos de una persona que es un poco así: «Está bien con Dios y con el diablo». Perdió su fidelidad.
El amor de Dios nos detendrá
Y en la práctica – dijo también el Santo Padre – significa no ser fiel «ni a Dios ni al diablo». En conclusión, el Papa exhortó a pedir al Señor la gracia de detenernos cuando entendemos que el corazón comienza a resbalar:
Pensemos en este pecado de Salomón, pensemos en cómo cayó el sabio Salomón, bendecido por el Señor, con toda la herencia de su padre David, cómo cayó lentamente, anestesiado, hacia esta idolatría, hacia esta mundanidad y se le quitó el reino. Pidamos al Señor la gracia de comprender cuándo nuestro corazón comienza a debilitarse y a resbalar, para detenernos. Será su gracia y su amor lo que nos detenga si nosotros así lo rezamos.