«Los mayores son portadores de la alegría de la fe que ellos disfrutan y que desean transmitir»

La Delegación diocesana de Pastoral de Enfermos y Mayores nos invita a celebrar el primero de octubre el Día del Mayor, uniéndonos desde la diócesis de Valencia a la celebración de la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores.

Como afirma el delegado episcopal, Luis Sánchez, siempre es importante “celebrar con gozo y alegría este día, dando gracias a Dios por nuestros mayores, por todo lo que ellos nos están dando y, en especial, por su gozoso testimonio de una vida vivida en la fe, en la esperanza y en el amor de Dios. Los mayores son portadores de la alegría: de la alegría de la fe que ellos disfrutan y que desean transmitir tanto a los jóvenes, como a los que también son mayores como ellos, colaborando así en la acción evangelizadora de la Iglesia. Por ello, también queremos agradecerles la inmensa labor que realizan en nuestras parroquias, asociaciones, movimientos y grupos, desde la certeza que su presencia y labor en la Iglesia es cada día más necesaria”.

La Delegación diocesana de Pastoral está dedicada a Enfermos y mayores, por ello Luis Sánchez recuerda que “tenemos un recuerdo muy especial a todos los que han alcanzado una edad avanzada o se encuentran enfermos, o los que siendo muy ancianos viven cuidados por sus familias en sus domicilios, o residen en los centros sociosanitarios”.

‘VIDA ASCENDENTE’: APOSTOLADO DE JUBILADOS Y MAYORES

En la Diócesis de Valencia existe el movimiento de apostolado seglar de personas jubiladas y mayores, Vida Ascendente. En él los mayores viven la experiencia del acompañamiento, mutuo, en el que crece la amistad, que se funda en la fe que los congrega, y anima a seguir creciendo en su vida espiritual para entregarla en la misión apostólica de la Iglesia. Su inserción plena en la vida parroquial y diocesana son un gran tesoro que está produciendo mucho fruto allí donde se encuentra, tanto para las propias personas jubiladas y mayores que participan y se nutren de su espiritualidad, como para las comunidades parroquiales a través de su participación en las diversas actividades pastorales en las que colaboran. Además, al vivir con alegría la fraterna amistad en sus pequeños grupos, se aleja el peligro de la soledad en la que suelen caer muchas personas mayores.

En breve se publicará información sobre los cursos en el Instituto Diocesano de Ciencias Religiosas, así como las sesiones de formación de agentes de pastoral.

EL MAYOR ES INTERGENERACIONAL

La Conferencia Episcopal Española a través de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida, nos recuerda que la dignidad de cada ser humano es inviolable e independiente de las condiciones que lo rodean, que la respuesta no se encuentra en descartar la vida de una persona enferma. Para ello se debe disponer también un acompañamiento que dé esperanza y aliento a las personas en el camino final de su vida, atendiendo sus necesidades espirituales, más allá de lo estrictamente religioso. Es decisivo reaccionar y acercarnos al que está viviendo los momentos finales de su vida, necesita las manos, la mirada, la cercanía de quien se identifica con las palabras de Jesús: «Lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos, me lo hicisteis a mí» (Mt 25,40).

De los mayores a sus coetáneos

Manos de un grupo de personas mayores juntas

Como explican desde la CEE, “en los últimos tiempos se está dando cada vez más importancia a la gran labor que las personas mayores hacen en el acompañamiento espiritual con los desemejante edad, pues son quienes conocen mejor los problemas y la vivencia emocionalde esa fase de la vida humana.«El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros lo hace porque son testigos».

Todos los mayores están invitados a participar en esta misión evangelizadora, fomentando su compromiso y apostolado, transformándose en verdaderos protagonistas de la comunidad cristiana. No se ha de olvidar que, en esta sociedad cada vez más secularizada, muchos de nuestros mayores se han ido alejando de la Iglesia por lo que es necesaria una pastoral de acercamiento que los lleve a reencontrarse con Dios que nunca los ha abandonado. Tampoco demos por hecho que todos los que envejecen han conocido a Jesús a lo largo de sus vidas. Por ello, necesitamos imaginación pastoral para esta nueva evangelización de personas de edad avanzada, que también son destinatarios de la buena noticia del amor de Dios”.

De mayores a jóvenes

“En nuestra sociedad secularizada, las generaciones ac-tuales de padres no tienen, en su mayoría, la formación cristiana y la fe viva de sus padres. Quién mejor, en esta tesitura, que los abuelos para transmitir la alegría de la fe, el amor de Dios y la esperanza a las jóvenes generaciones. Son un eslabón indispensable para educar a los niños y a los jóvenes en la fe”.

Los abuelos constituyen un ejército inmenso cuyo potencial evangelizador para con sus nietos es ciertamente valioso, que debe ser continuamente promovido para estimularlos a que dediquen sus esfuerzos al cuidado de sus nietos bajo el signo de la fe cristiana y movidos por el amor de Dios; de tal modo que, por la fuerza del Espíritu Santo, el corazón de los nietos se llene de la gracia divina que les mueva a elevar su mirada a aquel que los está atrayendo hacia sí con lazos de amor. Ayudemos a los abuelos a cumplir con la sagrada misión de compartir y transmitir la fe que un día recibieron. Recordemos siempre que el futuro de la Iglesia y del mundo es tanto de los jóvenes como de los mayores: de los jóvenes, porque han de construirlo; de los mayores, porque han de enseñar a los jóvenes a construirlo con la sabiduría de la experiencia de su vida iluminada por la fe en Cristo.

PAPA FRANCISCO: LO MEJOR DE LA VIDA ESTÁ POR VENIR

El papa Francisco aseguró en su última catequesis sobre la ancianidad que en este tiempo, “en nuestra vejez, queridas y queridos coetáneos, la importancia de tantos ‘detalles’ de los que se constituye la vida, una caricia, una sonrisa, un gesto, un trabajo apreciado, una sorpresa inesperada, una alegría acogedora, un vínculo fiel… se hace más intensa. Lo esencial de la vida, al que en las cercanías de nuestra despedida nos damos más importancia, nos parece definitivamente claro”.

El Papa afirma que “lo mejor de la vida está por verse. Hay que esperar esa plenitud de vida que nos espera a todos, cuando el Señor nos llame”. El Papa Francisco nos recuerda que “después de la muerte nacemos en el cielo, el espacio de Dios, donde hay sitio para todos, donde se forma una nueva tierra y se va construyendo el hogar definitivo del hombre”. Francisco insistió en que la espera de esa otra vida, debe ser palpitante, estremecedora, no una espera “anestesiada” o “aburrida”.

El papa Francisco ha recordado que Jesús fue el primero que resucitó, “luego iremos nosotros”. Análogamente a lo que le sucedió a Jesús: el Resucitado no pierde su humanidad, su vivencia, ni siquiera su corporeidad, porque sin ella ya no sería Él”.

“El Resucitado vive en el mundo de Dios, donde hay sitio para todos, donde se forma una nueva tierra y se va construyendo la ciudad celestial, hogar definitivo del hombre. Nosotros no podemos imaginar esta transfiguración de nuestra corporeidad mortal, pero estamos seguros de que ella mantendrá nuestros ros- tros reconocibles y nos permitirá permanecer seres humanos en el cielo de Dios. Nos permitirá participar, con sublime emoción, a la exuberancia infinita y feliz del acto creador de Dios, del que viviremos en primera persona todas las aventuras interminables”. De ahí su invitación, especialmente a los ancianos, sus ‘coetáneos”’ a ponerse en sintonía con ese destino.

Luz para los demás

El papa Francisco hace una invitación a ser “luz para los demás”, a transmitir esa sabiduría a los niños, a los jóvenes, a los adultos y a todos.

La teología ha reflexionado siempre sobre la relación de esta singular “asunción” con la muerte, que el dogma no define. Nos lo dice la experiencia de los discípulos, a quienes se aparece durante cuarenta días tras su resurrección. El Señor muestra las heridas que sellaron su sacrificio; pero ya no son las fealdades del envilecimiento sufrido dolorosamente, ya son la prueba indeleble de su amor fiel hasta el final. Y Jesús resucitado con su cuerpo vive en la intimidad trinitaria de Dios! Y en ella no pierde la memoria, no abandona su propia historia” (Jn 14,3)

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