María Cecilia Mutual – Ciudad del Vaticano
“Cada uno de nosotros está llamado a recibir la luz divina para manifestarla con toda la propia vida”: fueron las palabras del Papa a la hora del Ángelus dominical de este cuarto domingo de Cuaresma. Reflexionando una vez más, desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, Francisco centró su pensamiento en el tema de la luz del Evangelio hodierno de Juan, que habla de la curación de un ciego de nacimiento, a quien Jesús dona la vista.
Jesús, luz del mundo
Francisco afirma que Jesús, “luz del mundo”, es la luz la luz que aclara nuestras tinieblas. Y esto hizo con el ciego, a quien iluminó “en dos niveles, físico y espiritual”, con el propósito de conducirlo a la fe a través de un camino de transformación interior:
En medio de la desconfianza y la hostilidad de los que lo rodean y lo interrogan incrédulos, él realiza un itinerario que lo lleva a descubrir gradualmente la identidad de Aquel que le abrió los ojos y a confesar su fe en Él.
Este camino interior, que el ciego recorre de la mano de Jesús, lo lleva a comprender que “al darle la vista, Jesús manifestó las obras de Dios”.
En la Biblioteca Apostólica, el Papa expresó también el deseo de que cada uno vuelva al leer el Evangelio del día:
Hoy sería hermoso que todos ustedes tomaran el Evangelio de Juan, capítulo noveno, y leyeran este pasaje: ¡es tan bello y nos hará bien leerlo otra vez, o dos!
¡Que nosotros también podamos tener esta experiencia!
El Santo Padre explica que el ciego con la luz de la fe es ahora una criatura nueva, con una nueva identidad, y es capaz de ver el mundo con una nueva luz, fruto de la comunión con Cristo. Y ya no es más “esclavo de la ceguera y del prejuicio”.
Su camino de iluminación es metáfora del camino de liberación del pecado al que estamos llamados. El pecado es como un velo oscuro que cubre nuestro rostro y nos impide vernos claramente a nosotros mismos y al mundo; el perdón del Señor nos quita este manto de sombra y de tinieblas y nos da nueva luz.
Cuaresma, tiempo de acercarse al Señor
El Papa también expresa su deseo de que esta Cuaresma sea un “tiempo oportuno y precioso para acercarnos al Señor, pidiendo su misericordia, en las diferentes formas que la Madre Iglesia nos propone”.
El ciego es imagen de todo bautizado
“El ciego sanado, que ahora ve con los ojos del cuerpo y del alma, es imagen de todo bautizado, que inmerso en la Gracia ha sido arrancado de las tinieblas y puesto en la luz de la fe”, afirma también el Pontífice, precisando que no basta con recibir la luz, sino que hay que “convertirse en luz”.
“La semilla de la nueva vida puesta en nosotros en el Bautismo es como la chispa de un fuego, que nos purifica primero a nosotros, quemando el mal que tenemos en el corazón, y nos permite brillar e iluminar”
Ser «misterio de la luna»
Dejando de lado el texto preparado, el Papa Bergoglio relata que los primeros cristianos y los teólogos de los primeros siglos, decían que la comunidad de los cristianos, es decir, la Iglesia, es el “misterio de la luna” porque daba luz pero no era luz propia, era la luz que recibía de Cristo. Y por ello exhorta:
También nosotros debemos ser “misterio de la luna”: dar la luz recibida del sol, que es Cristo, el Señor.
De la mano de María
En la conclusión, Francisco se dirige a María Santísima para que “nos ayude a imitar al hombre ciego del Evangelio, para que podamos ser inundados por la luz de Cristo y encaminarnos con Él el camino de la salvación”.